El viernes a las 15:30 h. empezó nuestro fin de semana. Pasamos a por el novio, recogimos los disfraces de torero y llevamos la bebida a la ‘capea’. Sí, este fin de semana, tocaba ponerse enfrente del toro.
Lo primero, reunión pre-despedida en nuestro habitual punto de encuentro, el K2 Café Lounge. Un lugar donde se reunieron tanto los amigos del novio, como las amigas de la novia. Risas y cerveza fría para todos.
Recuerdo que le dije al novio que este era su fin de semana, y que podía contar conmigo para lo que hiciera falta, como caballo que ayuda al rey en plena partida de ajedrez.
Sábado 8:30 h. Hora de levantarse. Cuando me dí cuenta el novio se encontraba debajo de mi casa. Fuimos directos al pub. Era el comienzo de la despedida, almuerzo a la brasas. Nos esperaban todos en la puerta, y con sonido de copla nos presentamos disfrazados de torero, era el primer triunfo del día.
Después de un buen almuerzo, subimos al bus, directos a la capea. La gente se disfrazó durante el trayecto. Llegamos a la capea con un poco de retraso, pero no importaba, era hora de bajar a torear.
Ya en la capea, unos estaban corriendo en medio de la plaza, otros en las gradas y los demás preparando la ‘paella’, como buenos valencianos.
Era nuestra primera vez entre toros. Al principio había un poco de miedo, pero según pasaban los minutos, la gente se encontraba más cómoda. Puede que el alcohol ayudará en ello. Disfrutamos como niños con juguetes nuevos.
Después del descanso para comer, tocaba la sorpresa para el novio. Lo ataron a una columna y le pusieron una venda. Las cámaras de fotos y videos estaban preparadas y en eso, entro nuestra sorpresa. Una ‘mujer juguetona’ que hizo sus delicias. Jugó con él durante un rato. La nata no solo corrió por el novio, sino también por los que se sentaron a su alrededor. Unas risas continuas que nadie pudo evitar. Es de esas cosas que se deben vivir entre amigos y nosotros, por suerte, lo pudimos hacer.
Después de la sorpresa y seguir corriendo por la plaza, tocaba la hora de volver a ‘casa’. Nos juntamos todos de nuevo en el pub. Conforme iban pasando las horas, el cansancio se hacía notar. Los más mayores se marcharon a casa, dejando a los jóvenes seguir la fiesta. Pasaron las horas, unos viendo el fútbol, otros contando las experiencias vividas a terceros.
Yo iba siempre con el novio, de un sitio a otro. Y nos llegó la hora de la cena. Pidieron pizzas para todos, y como bien sabe la gente, después de comer entra un bajón de sueño. Fuimos pocos los que llegamos a las doce de la noche. Y en eso, el novio me comenta que nada de abandonar el barco.
Lo mejor estaría por llegar, un grupo selecto nos dijo que se iban a terminar la fiesta a una discoteca. Llevaban el coche lleno y nosotros no teníamos con quien ir, pero encontramos la solución. Unas amigas en común tenían hueco para nosotros. Terminamos la fiesta en la discoteca, brindando con champagne. Ambos pudimos volver a casa bien seguros. Nuestras amigas estuvieron realmente bien, yo diría que de diez, no es fácil aguantarnos, y menos a esas horas. Damos gracias.
A partir de ahí, viví una experiencia solo con el novio. Esto creo que es la anécdota del fin de semana. Serían sobre las siete de la mañana, ya del domingo, y delante de su casa, me advierte de que no lleva las llaves de su piso.
Su casa está un poco lejos, tanto de la mía, como de la del resto de amigos. La decisión final era sencilla, dormir en mi casa. Paseo largo y frío, pero recompensado por todo lo vivido.
Llegados a mi casa, él se tumbo en un solitario sofá y yo me metí en la cama. Era el final de la despedida, y como le había prometido, estuve con él hasta el final, aunque en principio, no estaba previsto terminar así. Me alegro.
Es lo bueno de tener amigos de este tipo, que te llevas grandes sorpresas que no se olvidan en la vida.
Aún no sé como terminaron los demás el fin de semana, pero espero que lo hicieran igual de bien como nosotros dos.
Amigo, yo solo te puedo dar la Enhorabuena…!
